Hola a todos. Esta semana hice una fotografía de cielo profundo, mi primera fotografía hecha con autoguiado. Se trata de la nebulosa del velo, NGC 6960, una supernova remanente en la constelación de Cisne.
Esta creo que es una buena fotografía, en la que se observa muy bien las “rugosidades” de la nebulosa y sus colores, gracias al autoguiado y a la cámara Canon modificada (se le ha quitado el filtro infrarrojo para que capte más luminosidad). Si no hubiera tenido un guiado, las fotografías no hubieran podido tener más de 30 segundos de exposición, con lo que se ha multiplicado por tres la luz recibida y, con ello, los detalles.
Esta nebulosa fue descubierta por el famoso astrónomo Herschel en el año 1784. Es una de las nebulosas más curiosas y bonitas del firmamento. Esta imagen que observamos es solo una esquina de la nebulosa. Esta fotografía representa solo un ángulo de un grado celeste. La nebulosa completa tiene forma de burbuja con un diámetro aparente de tres grados… ¡como seis lunas alineadas!
Estas son algunas de las curiosidades que hacen de esta nebulosa una de las más curiosas y diferente a otras. Se calcula que el punto central de la nebulosa se encuentra a unos 1500 años luz de distancia. Digo el punto central porque la nebulosa tiene un diámetro de 110 años luz y cada una de las partes puede estar a diferentes distancias de nosotros.
Supernovas
Al igual que la Nebulosa del cangrejo (M 1), que ya fotografié con anterioridad, esta nebulosa se trata de una supernova remanente. Hace 8000 años, coincidiendo con el comienzo conocido de nuestra humanidad, este material brillante formado por hidrógeno (que le da este color rojizo y azul), se encontraba en el interior de una estrella supermasiva (unas 20 veces mayor que nuestro Sol).
Esta estrella colapsó y comenzó su proceso de supernova. Tras colapsar explotó liberando su material por todo el cosmos, como podemos ver en esta fotografía. Hace unos 6500 años, esta estrella produjo un brillo en el cielo que duró semanas, tan brillante, como la propia Luna.
Pero, hagamos un pequeño cálculo. Han pasado 8000 años desde que esta estrella explotó, y su diámetro es de nada menos que 110 años luz. Así pues, la velocidad media del material liberado es de entorno al… ¡0,7 % de la velocidad de la luz! Y a pesar de todo, la materia liberada se ha ido enfriando y frenando. De ahí se deduce la gran velocidad con la que todo ese material (nada menos que 20 masas solares), salió disparada en la gran explosión cósmica.
Estos sucesos son bastante comunes en nuestra galaxia, como la galaxia tiene tantos miles de millones de estrellas, no son pocas las estrellas con la masa suficiente para producir una explosión semejante. Se calcula que, de media, hay una de estas explosiones en nuestra galaxia cada siglo.
Un ejemplo de esto lo tenemos en la estrella más brillante de una de las constelaciones más hermosas del cielo: Betelgeuse en la constelación de Orión. Recientemente se ha publicado un estudio muy detallado donde se confirman muchas sospechas sobre esta gigante roja…
Me gustaría hablaros de esto pero… creo que lo haré más detalladamente cuando presente una bonita fotografía en un futuro próximo.
Y esto es todo por hoy. Como siempre, si quieren ver más fotografías y entradas interesantes pueden indagar en el gadget “Catálogos astronómicos” que se encuentra en la derecha del blog. Les recuerdo que pueden suscribirse al blog en el gadget de su derecha o dar a “Me gusta” en la página de El cielo de Rasal en Facebook.
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