Bienvenidos una semana más a este blog. Hoy les muestro una fotografía de un tipo de nebulosa que les enseñé hace cerca de un mes. Se trata de una nebulosa planetaria, en concreto, la nebulosa del anillo de Lira, también conocida como la M 57 o la NGC 6720. Como su nombre indica se encuentra en la constelación de Lira, observable en verano-otoño en el hemisferio norte y en invierno-primavera en el Sur.
Aquí les muestro la fotografía que he tomado:
Esta nebulosa es bastante brillante, observable con casi cualquier telescopio. También sería observable con prismáticos de no ser por su pequeño tamaño aparente, de tan solo un minuto y medio de arco. Esto equivale a unas 22 veces más pequeña que la luna, de ahí que en la fotografía se aprecien pocas de sus características. Aun así tiene su encanto por su pequeño tamaño y sus colores.
Si quieren comprender el origen de estas nebulosas, no duden en acercarse a mirar en las siguientes entradas que les aseguro que tienen muchas maravillas:
Curiosidades
Esta nebulosa que hoy les enseño, era una estrella como nuestro sol, y hace unos 5000 años se convirtió en una gigante roja al terminar la fusión nuclear en su centro. Posteriormente se formó la nebulosa que hoy observamos. Esta nebulosa se va expandiendo con el tiempo y ahora mismo tiene un diámetro cercano al año luz. Podrían preguntarse por qué se observa entonces tan pequeña.
La razón es la gran distancia que nos separa, cercana a los 2300 años luz. Es por eso que siendo una nebulosa relativamente grande la observamos diminuta. Al igual que en el resto de las nebulosas de este tipo, en su centro se observa la enana blanca, muy brillante todavía debido a su corta edad. Se trata (como ya sabrán si han leído las anteriores entradas) del centro del núcleo de la antigua estrella que formó la nebulosa.
Enanas blancas
Esta estrella se llama enana blanca por razones muy simples. Su tamaño es comparable al de la tierra, pero sin embargo es lo suficientemente brillante como para observarse en las fotografías (no así en observación con telescopio por su baja magnitud). Su brillo reside en la radiación que todavía permanece desde que estaba produciendo la fusión nuclear. Muchas partículas están en constante intercambio energético dentro de ella.
Toda la materia que forma la estrella está en estado de plasma. Como sabrán, los átomos están formados por protones y neutrones en su centro, y electrones en su corteza. En el estado en que se encuentra esta estrella, todos estas partículas se encuentras disgregadas en forma de núcleos atómicos (protones y neutrones) y demás partículas.
De todas las partículas que existen en el universo hay una que nos llama mucho la atención: el fotón. Esta es la partícula que se encarga de transportar la luz que nosotros vemos (y la que no vemos también). Supongamos que un fotón sale del núcleo de esta estrella intentando salir fuera de ella.
Como la densidad de partículas alrededor de él es tan grande, el fotón no ha avanzado ni una millonésima de millonésima de milímetro (imagínense de qué tamaños estamos hablando) y ya se ha encontrado con otra partícula (pueden imaginarse las partículas como pequeñas bolas de billar).
Al encontrarse estas dos partículas es muy probable que se produzca una especie de choque que haga “rebotar” al fotón que ahora se moverá en otra dirección que la que tenía al principio. De nuevo, volverá a encontrarse con otra partícula que lo volverá a desviar, y así sucesivamente sin que el fotón que quiere salir de la estrella pueda avanzar ni un poco, quedándose dentro de ella durante muchos miles de años, chocando eternamente con otras partículas.
Bueno, eternamente no, se calcula que le cuesta cerca de un millón de años escapar de la estrella y viajar libre por el espacio. Como la estrella no tiene una fuente de energía, con el paso de los millones de años se irá quedando sin fotones y sin muchas otras partículas que escapan también de la estrella. Esto hará que se vaya enfriando poco a poco y también se irá apagando.
De ahí que las enanas blancas pasen a ser con el tiempo enanas rojas, enanas marrones e incluso (esto es algo que nunca se ha observado, pero tiene un gran fundamento) enanas negras. Se calcula que para que una estrella deje de emitir cualquier tipo de radiación y se vuelva negra deben de pasar de diez mil a veinte mil millones de años.
Espero que hayan disfrutado de este espectáculo estelar como yo lo he hecho.
Si quieren ver más fotografías y entradas interesantes pueden indagar en el tag “Catálogos astronómicos” que se encuentra en la derecha del blog. Les recuerdo que pueden suscribirse al blog en el tag de su derecha o dar a “Me gusta” en la página de El cielo de Rasal en Facebook.
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Un saludo y buenos cielos
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